jueves, 2 de junio de 2011

Podemos sacarnos la ropa cuando está sucia, podemos sacarnos las dudas cuando hacemos preguntas, podemos sacarnos el hambre si comemos. Pero no podemos sacarnos la ciudad. Vivimos en ella y la llevamos a todas partes con nosotros. Es una manera piadosa de decir que es la ciudad la que nos lleva, nos trae, nos contiene, nos aprieta, nos tizna, nos abruma. Quizá sea esa coraza de ciudad la que intentamos sacarnos cuando salimos un rato al balcón.



Salimos al balcón a ser candorosamente pequeños, distraídamente libres.